En Lorca era tradicional, durante el siglo XVI, recibir a las autoridades que la visitaban con alardes de escopetería mediante dos compañías de arcabuceros, auténticos juegos de moros y cristianos, que se acompañaban de una agrupación musical, la zambra, formada por cristianos nuevos vestidos de moro que interpretaban sones festivos. Ya se documentaron en la ciudad en 1524, regularmente provenientes de Antas (Almería) y Albatera (Alicante), siendo la base instrumental las flautas y las dulzainas.
Existen referencias escritas que desde 1568 atestiguan las genialidades en Lorca de Ginés Pérez de Hita organizando las fiestas del Corpus y alguna otra fijada para los meses de agosto. Para 1582 contenían, además de los actos religiosos de rigor, batallas de caballeros aventureros a los que se enfrentaba él mismo disfrazado de nigromante. Por cierto que cobraba cuarenta y seis reales por actuación. Y no sólo las preparaba sino que también escribió sobre ellas: '...Banderas, estandartes y peones, por toda la ciudad se descubrían; trompetas sin cesar siempre tocando, ni un solo momento descansando'.
Años antes, para conmemorar el nacimiento del príncipe Fernando de Austria (1571), levantó un castillo de madera y organizó escenas caballerescas que resultaron auténticas batallas en plena urbe y que causaron auténtico estupor en la población. Según cuenta el propio Pérez de Hita en un libro que publicó en 1595, se trataba de entablar un combate o juego de cañas en el que se desplegaba tanto celo y calor que incluso llegaban a producirse heridos. El juego o danza armada no era otro que el 'jerid', siendo la voz y el origen puramente árabes. Tras el desfile de las cuadrillas de caballeros disfrazados con marlotas moriscas (especie de sayo) y costosas libreas, por toda la ciudad, se hacía una solemne entrada en la plaza Mayor .Al final de la batalla y tras el mencionado juego, los moros de a caballo eran hechos cautivos, comentaba el propio Ginés Pérez de Hita. No sabemos si todos esos moros eran caballeros cristianos disfrazados o si para los actos se hacía participar a algunos de los 900 moriscos que a la sazón vivían todavía en Lorca y continuaban hablando su 'algarabía'. Los festejos duraron nada menos que 30 días de sucesivos asaltos al castillo, batallas, grandes comidas, desfiles y alardes. Al fin y al cabo, de forma mucho más modesta y coste más reducido proporcionalmente, todavía hoy se continúan celebrando así este tipo de fiestas en la Sierra de Las Alpujarras.