Eduardo Rosales fue uno de los mejores pintores españoles del siglo XIX. Madrileño de nacimiento, su vida fue breve pues murió a los 37 años. Buscando alivio a su enfermedad, vino en 1871 y 1872 a pasar dos de aquellos últimos inviernos de su vida a una casita situada junto al Santuario de la Fuensanta, en el municipio de Algezares. Su dolencia no le impedía continuar pintando de modo que incorporó con gusto a su obra temas murcianos como la 'Venta de las Vacas', el 'Naranjero de Algezares', 'El Huertano', 'Mendigo del País' o 'Sierra de la Fuensanta', incluso llegó a realizar algunos retratos como el de Antonio López Almagro o el de Salvador Marín Baldo, a partir de una fotografía. Cuando preparaba en Madrid su tercera estadía invernal en Algezares, falleció sin haber tomado posesión de su nombramiento como director de la Academia Española en Roma.
Algunos años después, concretamente en agosto de 1888, sucedió el acontecimiento que da título a nuestra segunda historia anecdótica. Existía en esos momentos una gran actividad en un sector tradicional que todavía se mantenía fuerte, la extracción de yeso. Por su parte, Francisco Pérez, almacenista en Portman, había instalado en Algezares una fábrica de harinas. Pues bien, es muy posible que algunas denuncias 'de las que no hemos hallado noticia- fuesen el origen de la inspección, el caso es que se tomaron muestras de harina que sometidas a ensayos periciales por parte de las autoridades competentes, dieron entre un 6 y un 11% de yeso, al menos en las procedentes de Portmán donde mayor incidencia de fraude se halló, algo comprensible si se tiene en cuenta que allí se conocía el yeso menos que en Algezares y éste podía ser más fácilmente camuflado.
Entrados ya en el siglo XX, la prensa destacaba un festejo celebrado en febrero de 1901 que había sido organizado por la Sociedad Ateneo Agrícola. Se trataba de una fiesta de carnaval en el 'suntuoso y magnífico salón' , con la 'arrebatadora belleza de las muchachas', adornado con ondas lumínicas, confetis y amenizado por buena música y un derroche de alegría. Las jóvenes vestían delicados disfraces florales, pero también había toreras, turcas, damas francesas de la corte del rey Sol, amazonas e incluso huertanas. Sus apellidos no dejaban lugar a dudas sobre su origen y el lugar del evento: Ruíz, Alemán, Barceló, Meseguer...
La influencia socio-económica de algunas familias permanece en el tiempo y se las encuentra una y otra vez en todo tipo de ocasiones importantes. Es el caso de otro festejo recogido por la prensa en el verano de 1924 con motivo de la fiesta-tómbola a beneficio de la iglesia parroquial. La Región se volcó en aportaciones tanto económicas como en objetos, de mayor o menor valor, como: búcaros, joyeros, joyas, bandejas, esculturas..., que fueron llegando desde Alcantarilla, Beniaján, Espinardo o la propia Murcia. Participó toda la élite social de la localidad e incluso personajes como Andrés Alemán Alemán, Juan de la Cierva e Isidoro de la Cierva, entre otros. Todo un éxito de organización y poder de convocatoria por parte del párroco.