Las familias campesinas murcianas vivían en aldeas y caseríos o en casas de labor y cortijos aislados. Eran agricultores, ganaderos y pastores que se abastecían de lo que le ofrecían sus animales y sus campos de cereales, vid y olivos.

Adaptaban sus viviendas a las condiciones que les imponía el medio y el clima, aprovechando los materiales constructivos circundantes. El ejemplo más destacado de adaptación de la arquitectura popular al medio eran las casas-cueva, morada de las más modestas familias campesinas.

Las manos curtidas de estos hombres y mujeres decimonónicos labraron amorosamente los campos murcianos, desde los vastos parajes occidentales hasta las llanuras cartageneras orientales. Pero también supieron divertirse y festejar los acontecimientos que les señalaba el calendario.